martes, 1 de marzo de 2016
Acoso Escolar y Delincuencia Juvenil
Acoso Escolar y Delincuencia Juvenil
La criminalidad en los jóvenes es un problema que aumenta cuando existe deserción escolar y fracaso escolar. Pero incluso en el ámbito escolar educación primaria y educación secundaria también se producen situación de violencia y delincuencia. Una gran cantidad de alumnos ha experimentado violencia escolar y acoso escolar (bullying) al menos un tipo de violencia ya sea verbal, física, psicológica e incluso sexual, derivada de la que perciben en la familia, pues es ahí donde está legitimada y se aprende, además de en los medios de comunicación. También, desde la aparición y uso masivo de internet correo electrónico, redes sociales, blogs, mensajería instantánea, mensajes de texto, teléfonos móviles se recoge por las leyes penales el ciberacoso escolar.
El trabajo forzado de los jóvenes es también una situación que afecta el desarrollo educativo, social y muchas veces físico de los adolescentes. Según la Organización Internacional del Trabajo la definición de trabajo es la siguiente: «el conjunto de actividades que implican, sea la participación de los niños (y niñas) en la producción y comercialización de los bienes no destinados al autoconsumo, sea la presentación de servicios por los niños a personas naturales o jurídicas». Según la OIT la cifra de jóvenes menores de edad que se encuentran actualmente laborando es de 218 millones. La Prostitución y corrupción de menores es practicada y consentida en numerosos países. El uso militar de niños, adolescentes y jóvenes menores es todavía es una práctica real en las guerras y guerrillas actuales.
La delincuencia juvenil, al igual que la adulta, es fruto de diversas variables que interactúan entre sí. No se puede atribuir a una causa concreta ni se puede analizar de forma aislada. Por tanto, es un problema multidisciplinar y debe explicarse desde muchos puntos de vista: el criminológico, el sociológico, el psicológico, el educativo y el penal, entre otros muchos.
No hay un retrato-robot del joven que comete acciones delictivas: su edad, su procedencia social, su modelo educativo son bien diversos, no responden a una pauta preestablecida. Las directrices de las Naciones Unidas para la 7 prevención de la delincuencia juvenil (1990), acuñan un nuevo término: jóvenes en situación de riesgo social. Hay unos factores de riesgo que pueden darnos pistas sobre los jóvenes más susceptibles de caer en actuaciones delictivas. Puede darse la circunstancia de que algunos jóvenes delincuentes hayan sobrepasado la mayoría de edad penal y, sin embargo, no hayan alcanzado un desarrollo completo en su grado de madurez. Por eso, se suelen considerar delincuentes juveniles todas aquellas personas menores de 25 años. Sin embargo, sólo se aplicará la Ley del Menor a aquellos que estén por debajo de los 18 años.
Los jóvenes y adolescentes se encuentran aún en una fase de maduración. Han dejado de ser niños pero aún no se les considera adultos. Este hecho conlleva un sentimiento de inseguridad respecto a su posición en la sociedad que se traduce en un intento de ser “como los mayores”. Al no conseguirlo, se derivan conductas caprichosas, egoístas, impulsivas, exageradas, egocéntricas, etc. Cuando la situación evoluciona en negativo, el menor, el adolescente, el joven, pueden convertirse en agresores, en autores de infracciones penales o pueden desarrollar comportamientos incívicos o indisciplinados.
El menor, adolescente o joven se forma atendiendo a los “imputs” que recibe, tanto de su entorno familiar, en la escuela, por sus amigos y por otros aspectos ambientales y hábitos. Muchos de estas circunstancias pueden convertirse en los factores de riesgo antes mencionados. - La familia: las normas de disciplina y la relación con los padres juegan un papel vital en el comportamiento social (en este caso, antisocial) del menor. Tan perjudicial puede ser una actitud demasiado laxa y falta de interés de los progenitores como una actitud autoritaria que merme la comunicación. 8 - La escuela: el bajo rendimiento y el fracaso escolar favorecen la delincuencia. La colaboración entre el centro y los progenitores es básica. - Las amistades: el contacto con “malas influencias” aumenta el riesgo, aunque el menor proceda de un ambiente socializado. Los jóvenes tienden a imitar las conductas más cercanas. - Factores ambientales y hábitos: sus formas de ocio (TV, videojuegos, Internet) pueden fomentar la violencia y la agresividad, la incomunicación y la pérdida de relaciones sociales. El consumismo o la diversión van desplazando al esfuerzo.
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